viernes, 19 de octubre de 2007

El Encuentro

Por Camilo Bogoya.
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En una librería de segunda mano lo encontré. Las hojas apolilladas, el olor a sótanos y humedades, la carátula marcada con el precio infame de la mendicidad. Era el libro que tus manos no quisieron leer y yo te leí en voz alta durante tardes innumerables. Creo que tú llegaste a pensar que la lectura era otra estrategia para penetrarte. Me parecía que el libro ya lo había comprado una vez y que no tenía sentido volver a comprarlo, así que salir de manera discreta de la librería con el libro en el bolsillo no sería criminal. Antes de poner mi plan de evasión en marcha, quise recuperar el instante remoto en que inclinado sobre la primera hoja coloqué la dedicatoria que me dictó la tarde. Pero aquella hoja ya no existía. En la siguiente, donde se suspendía el número ocho, reconocí los vestigios de tu escritura: para Mario, irrevocablemente. Ah, Mario, esa cara hecha de sombras que me despertaba en la madrugada, ese rostro por el cual gemías cuando atribulado te penetraba. De Mario lo intuía todo: el color de sus calzoncillos, sus vicios y vanidades. Intuía todo pero no que se llamaba Mario. Si hubiera sido mi padre, mi hermano, mi hijo, el patetismo de la situación me habría consolado. Si hubiera sido el perro o el caballo que montamos juntos habría comprado de nuevo el libro. Pero era Mario, peor aún, de manera irrevocable. El mismo Mario que me había hablado de aquel libro, nuestro libro, una novela insoportable de amores sucesivos y letárgicos, el mismo Mario de los cafés y las borracheras y las confesiones. Cada encuentro es una pérdida. Con las manos vacías eché a andar por las calles, intentando olvidar la hoja que no encontré y donde debía decir en letras azules: para Ana María, irrevocablemente.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Aquello que existió, de lo cual han quedado rastros, y con lo cual algún día tropezamos, queda perenne en la memoria, muchas veces con sentimientos de tristezas y otras veces con sentimientos de alegría.

Anónimo dijo...

A veces en lo menos llamativo, en lo mas recóndito encontramos cosas que pueden cambiar nuestra vida!