sábado, 8 de septiembre de 2007

Apuntes Histográficos Sobre La Violencia en Colombia

Por Santiago Bogoya.
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Al presentar un balance de los estudios sobre la violencia, Gonzalo Sánchez, señala que Colombia en vez de ser un paradigma de democracia y civismo como han querido mostrar los gobernantes mas bien ha sido un país de guerra constante, endémica, permanente. En este panorama el problema fundamental es definir la naturaleza y las variaciones históricas de estas guerras.

El autor señala tres etapas de lucha guerrillera que corresponden con una cronología: las guerras civiles, el periodo conocido como la violencia, y la guerra en la cual nos encontramos inmersos que se gestó a partir de los años 60. Siguiendo el esquema propuesto, en la primer etapa la orientación política y la dirección lo proporcionan las clases dominantes, en la segunda el cambio radica en que en el plano militar, la guerra la hace el pueblo, y en la tercera etapa tanto la orientación ideológica como el liderazgo político y militar escapan por completo de las clases dominantes.

Al analizar la literatura de la violencia el autor plantea que dentro de los estudios que se han realizado sobre ésta no se ha realizado una reconstrucción de la genealogía y tampoco de las implicaciones de sus múltiples significados. En los escritos hasta los mediados de los años setenta los textos presenta un enfoque narrativo descriptivo o bien en otro extremo, especulativo. Por una parte aparece una literatura apologética que no presentan una visión analítica sino que más bien se concentran en mostrar una realidad sesgada con proclamas partidistas. Sin embargo son textos que pueden servir como materia prima en la investigación contemporánea en aras de analizar sus componentes a la luz de preguntas sobre las vivencias colectivas y las bases ideológicas. Por otra parte se cuenta con una literatura testimonial, que se centra en una construcción a manera de crónica novelada donde la reconstrucción de los aspectos militares se vuelve su eje de acción.

Sin embargo con la publicación de la obra La violencia en Colombia de Germán Guzmán, Fals Borda y Umaña Luna, en 1963 , que se vuelve referente al abordar el tema, la discusión entra dentro del campo de la investigación a nivel universitario. Esta obra abre nuevas discusiones y perspectivas al abordar el tema como la discusión acerca del origen de la Violencia que oscilará entre quienes privilegian factores político-partidistas y quienes abogan por los factores socioeconómicos. Así mismo abrirá la discusión acerca de los efectos económicos de la Violencia, que algunos autores verán como la solución a un proceso de refeudalización del país, mientras que otros la verán como un procesos de expropiación campesina y de expansión capitalista. También derivará en la observación de Camilo Torres en analizar el impacto de la Violencia sobre las clases populares, con una mirada del tema no solo desde la dominación sino también desde la rebelión.

Por su parte en la mencionada obra (La violencia en Colombia) sus autores señalan que la nación carece de una noción exacta de lo que fue la violencia. Para comprender La violencia señalan, es necesario internarse en los antecedentes históricos inmediatos, iniciando en la etapa conflictiva de 1930, donde se produce un cambio de gobierno de conservador a liberal. En este momento se desató la persecución de los liberales triunfantes contra los conservadores vencidos, básicamente en la zona de Boyacá y Santander. Aunque no perduró el horror ahí quedo algo sembrado. El segundo momento crítico es el cambio de gobierno en 1946 asumiendo la presidencia el candidato del partido conservador Ospina Perez . Los días discurrieron en este periodo bajo una gran tensión política, acrecentada con paros y huelgas, y donde las pugnas entre liberales y conservadores se acentúan hasta el plano de conflictos de orden militar. Y el tercer momento definitivo es el año de 1948, presentándose motines y saqueos en Cali, huelgas en Bogotá y el estado de guerra cívica en Santander, acentúando la tensión popular mitigada por el ejercicio de la fuerza del ejercito y la lucha bipartidista, y la gota que derrama el vaso: el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948. Poco después se inicia el proceso crucial del conflicto conocido como la Violencia, donde geográficamente floreció en todas las regiones del país, quedando solo una pequeña región de Nariño y la costa atlántica libre de la violencia. Los fenómenos que se presentan en el libro acaecen a la región andina. La zona central, constituida por los departamentos de Tolima, Huila y Cundinamarca, fue una de las más azotadas por la violencia y se caracterizó por la piromanía y el sadismo. La zona nor-oriental conformada por los Santanderes y Boyacá, presentó caracteres políticos muy marcados, en contraste con otras partes donde ofreció también fuertes causaciones económicas. De allí salieron algunos de los elementos más crueles y sádicos de la ejecución de la violencia. En la zona oriental, conformada por Casanare, San Martín y el resto de los llanos, la violencia al principio política, adquirió pronto un visto económico con algunas expresiones de antagonismo religioso. En la zona Occidental, se desarrolló una violencia citadina, motorizada, cumplida por sicarios y con una finalidad económica; en Caldas el problema se concentro en torno a la explotación del café, mientras en el Valle la violencia estaba en el aire. En la zona nor-occidental, compuesta por Antioquia y por donde entró al Chocó, se observó en forma particular el crimen sexual y el sadismo sobre parte pudendas, además de otros actos de fuerza y coerción. En este repaso geográfico por las zonas donde se presentó la violencia cabe destacar que las pautas nacionales generales, tales como las condiciones medioambientales, la educación o el índice de tenencia en las tierras, según los autores, no pueden citarse como causas de la violencia ya que estas características tienen comportamientos similares tanto en municipios afectados como en los que no.

Ahora, siguiendo con el balance de Sánchez, desde finales de los setentas, la Violencia asiste a un redescubrimiento donde la coyuntura política por la que atraviesa el país renueva el interés en estudiar dicho periodo. Estos estudios presentan el problema desde una perspectiva de larga duración como elemento propio de la evolución política y social del país, analizando las continuidades y discontinuidades que se han ejercido durante el proceso. Una segunda tendencia es la del creciente desplazamiento de los enfoques globalizantes a los estudios regionales, donde al estar los objetivos más precisos y delimitados se facilita hacer aproximaciones comparativas de los fenómenos colombianos. Estos nuevos enfoques también han ampliado el universo de las fuentes de investigación tales como los archivos privados y públicos. En síntesis estas aproximaciones se enfrentan a plantear la cuestión regional como un problema nacional, y el reconocimiento de la multiplicidad y a su vez unidad en el estudio de la violencia.

Así también el autor señala el fuerte impacto que la violencia ha tenido sobre el arte en Colombia, visto a través de la pintura y la literatura a partir de una visión lineal como derrota y tragedia, o en el cine y el teatro, donde ha penetrado en las contradicciones mismas del proceso.

Sin embargo el autor señala los campos que han sido olvidados al estudiar la violencia tales como: la vida cotidiana, las creencias y mitos, el sentimiento religioso, los indígenas, el papel de la mujer, y la psiquiatría.

Completando este análisis sobre la historiografía de la violencia en Colombia, Ricardo Peñaranda, señala que dentro de los estudios recientes aparece un primer grupo con textos que presentan una visión de síntesis analizando las relaciones entre violencia y política tales como Orden y Violencia: Colombia 1930-1954 de Daniel Pecault, o Guerra y política en la sociedad Colombiana de Gonzalo Sánchez. Un segundo grupo los textos sobre la Violencia de los años cincuenta. Un tercer grupo conformada por la llamada literatura del proceso de paz, ocupándose por una parte del surgimiento y desarrollo de los grupos insurgentes, por otra parte los textos que recogen la opinión de personas vinculadas al proceso de paz, y los que se ocupan de los acontecimientos que han causado más conmoción en el panorama nacional. Un cuarto grupo donde se han abierto nuevas vertientes en el estudio sobre la violencia, y que versan sobre: los procesos de colonización recientes, las masacres, las dimensiones urbanas de la violencia, o las manifestaciones culturales de la violencia. Por último, un quinto grupo donde aparecen las nuevas formas de violencia y sus actores como el narcotráfico, los sicarios, paramilitares y grupos insurgentes. Sin embargo a manera de conclusión este autor plantea el estancamiento en el horizonte de los estudios acerca de la violencia, abocando por un desarrollo urgente de estudios comparativos que presenten nuevas aproximaciones y preguntas.

Por su parte, Eric J. Hobsbawn, al presentar una historiografía del bandolerismo, encuentra que el caso Colombiano puede aportar nuevas luces y puntos de discusión sobre los modelos que él mismo ha construido para tratar y analizar el tema desde una mirada mundial, porque identifica el bandolerismo Colombiano como la manifestación más notable del siglo XX. Su propuesta de ver el bandolerismo como un fenómeno de protesta social se vuelve relevante para analizar el periodo de la violencia, ya que los aspectos rurales, las características ambientales y geográficas, la funciones política colectiva con la cual se pueden identificar algunos bandoleros, elementos constitutivos de su modelos, pueden ampliar y enriquecer la visión sobre la Violencia. A grandes rasgos el autor plantea que el bandolero es social en la medida en que no hace daño a los campesinos, y es considerado de utilidad pública. De esta manera el bandolero se define por su comportamiento, es decir su función dentro de una comunidad. También el bandolero es político en el sentido que no acepta la autoridad estatal y se encuentra fuera de la ley. Conjugando estos aspectos el bandolerismo es parte de la resistencia de todo el conjunto de las fuerzas locales. Y puede estar expresando una conciencia popular, de protesta y rebeldía.

Internándose en el caso colombiano, éste aportaría nuevas preguntas tales como la sostenibilidad, las bases económicas del mismo, el apoyo político, observando procesos locales señalados por el autor como el caso particular donde el bandolerismo fue totalmente compatible con el auge de la economía cafetera, de la que se apoderó importantes excedentes, o el surgimiento de cuadrillas que conservaban algo de las guerrillas partidario ideológicas.

Bibliografía

Historiografía de la Violencia”, “Historiografía del bandolerismo” en Pasado y Presente de la Violencia en Colombia. Gonzalo Sánchez y Ricardo Peñaranda Compiladores-.

Antecedentes históricos de la violencia”, Geografía de la violencia” en La Violencia en Colombia, estudio de un proceso social. Tomo I. German Guzmán, Fals Borda, Umaña Luna.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta reseña nos hace ver que el problema de la violencia actual es una acumulación de causas históricas. De una manera u otra las ambiciones encontradas, o no encontradas, entre los sedientos por el poder, y los sedientos por la oposición, son responsables. En las tres etapas que se señalan, la última se caracteriza porque “la orientación ideológica como el liderazgo político y militar escapan por completo de las clases dominantes”; creo que este punto debería reflexionarse con mayor atención, pues las oligarquías (las viejas que nos han dominado a través de su arribismo y protección mutua, y las nuevas que han resultado del dinero fácil y las otras formas de la corrupción), acaso sigan orientando ideológicamente el estado actual del país. Me parece que a estos estudios debería agregarse un componente filosófico para debatir sobre la pulsión destructiva de los colombianos, el arduo problema del valor insignificante de la vida, y la obsesión por el poder: que alguien se atreva a matar a otro, o a quitarle su libertad, ¿es un problema de pobreza?

Anónimo dijo...

Respondiendo a la pregunta de si el matar a otro, es un problema de pobreza; definitivamente no, lo que es es un problema pero de CULTURA, de valores, de respeto, de tolerancia, que todos tenemos muy arraigados.

En relación a la revisión histórica de la violencia en Colombia, es muy interesante, que aunque han existido diversas etapas de la violencia; todas han girado a 2 bandos muy marcados que buscan beneficios particulares a pesar de la situación del pueblo...Unos dice que defienden a los pobres, y otros dicen que defienden al pueblo...Finalmente nadie defiende a nadie diferente de sus mismos amigos. Situación que nos ha llevado a la división de poderes, y pugna de los mismos, por una guerra estúpida que hace muchos años dejó de tener ideología y mucho menos un fin.

Gracias.

Anónimo dijo...

La violencia en Colombia, sea a vuelto costumbre, ya no hay ideologías de por medio, ahora lo único importante es hacer daño, lastimar, entre mas vidas se quiten mas galardones se dan…

¿Porqué si por nuestro cuerpo corre una misma sangre?, ¿porqué no se pelea con ideas y se sacan las armas del conflicto?, un conflicto que nos ha tocado a todos

Lo mas inexplicable es como en el campo de batalla se enfrentan hombres que pelean por otros, dan sus vidas por alimentar el odio del poder.

Anónimo dijo...

lamentablemen colombia esta como esta por tanta desiguadad por q uno quiere ser mejor q otro y no le no importa pasar por encima de los demas ademas todos quiren poder y no les importa a que costo lo consigan poreso estamos tan divididos unos para aca y otros para alla