domingo, 22 de junio de 2008

Miranda I

Por Estella Bogoya.
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Miranda, se apeaba de su caballo frente a la escuela “CIUDADANOS DEL FUTURO”, como todos los días, desde que su madre doña Marina la había matriculado en el mes de enero para cursar el grado sexto. Vivía a media hora de la escuela en una hondonada donde se cultivaba: mora, lulo, guayaba, papa y arveja; junto con sus padres y hermanos mayores Pedro y Juan; que hicieron hasta quinto de primaria y prefirieron trabajar la tierra a continuar sus estudios. Iniciaba muy animosa su jornada escolar motivada por el deseo de salir adelante, de culminar sus estudios de bachillerato y ser médica, soñaba con pronto salir del pueblo en busca de un futuro más próspero, para ella y su familia. Alternaba las labores del campo con el desarrollo de cálculos matemáticos, ubicaciones geográficas y líneas de tiempo en historia. Se sentía contenta, agradecida con su familia, docentes y el todopoderoso por la oportunidad de ser cada día mejor. Pero, sucedió lo previsible. Marcos, el vecino de la finca siguiente, la seguía en todo momento desde el amanecer hasta el ocaso, no ocultaba su gran admiración por tan diligente y hermosa vecina. Un día, llegó Marcos apeándose de su caballo azabache a la entrada de la finca de Miranda, lo recibieron Niki, Tony y Sultán, latiendo tan estrepitosamente que doña Marina salió de inmediato para ver el motivo de tanto alboroto. Marcos se presento como su vecino y se puso a las órdenes de doña Marina para lo que se le ofreciera; en adelante sus visitas se hicieron frecuentes, buscaba cualquier excusa para ver a Miranda, quien muy recatada y tímida se escondía al escuchar la voz de su insistente vecino, hasta que la insistencia de Marcos logro sus frutos, en un día espléndido de verano llegó Marcos a la entrada de la finca de Miranda, quien salió corriendo a callar los fieles cuidanderos, que no cesaban de latir; sus miradas se cruzaron expectantes, Marcos la saludo tendiéndole la mano y presentándose como su vecino y fiel admirador. A partir de éste iniciaron una amistad muy bonita. Marcos no estudiaba, y Miranda lo inspiró para que continuara sus estudios: se ayudaban con los ejercicios de matemáticas, las consultas de sociales y los experimentos de biología.


Una tarde, al salir de la escuela Marcos no aguantó más y le declaró su amor a Miranda, quien sorprendida gratamente le dio el sí bajo las ramas de la Ceiba, que decían los vecinos, contaba con más de cien años. Hacían una pareja muy bonita, los compañeros suspiraban ante el amor que irradiaban.


Continuará…

2 comentarios:

etoile dijo...

Una historia muy bonita.
Creo que uno de los mejores sentimientos que una persona puede inspirar es la admiración. Sentir que las personas valoran el trabajo que uno hace, y que además ese desempeño los inspira a hacer cosas, a cambiar, a hincar actividades, a ser mejores personas , a superarse, como en el caso de Miranda que inspiro a Marcos a retomar sus estudios..
Que bueno seria que todos diéramos ejemplo e inspiramos a otros y lográramos hacer un cambio significativo.

Anónimo dijo...

Los buenos ejemplos seguidos de admirables actos llevan a la inspiración de cualquiera...Que muchos necesitan.

Gracias,