Para mí es un placer, presentar el siguiente artículo de Santiago Bogoya, Antropólogo y Estudiante de Literatura; el cual nos va a acompañar todos los sábados.
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La Vorágine, novela de José Eustasio Rivera, nos presenta un viaje nauseabundo, donde el lector, como los personajes allí representados, se interna en el conocimiento del llano y la selva. En la primera parte de la novela, Arturo Cova y Alicia “huyen”, ¿A dónde? Al desierto, a las “llanuras intérminas”, al Casanare. “Por fin Alicia conoció los venados” y así se van representando plásticamente una serie de imágenes que nos muestran un espacio social, donde el hombre y la naturaleza están interactuando constantemente, y donde las comunidades adoptan unas estrategias particulares para lograr la supervivencia. “Esta tierra lo alienta a uno para gozarla y para sufrirla. Aquí hasta el moribundo ansía besar el suelo en que va a podrirse. Es el desierto, pero nadie se siente solo: son nuestros hermanos, el viento y la tempestad. Ni se les teme ni se les maldice” En este sentido tanto Arturo como Alicia, representantes del mundo andino, en mayor o menor medida, se sienten atraídos pero a su vez cautelosos ¿qué les deparara la vida en este territorio que empieza a dibujarse más allá de los imaginarios de la ciudad y la hegemonía de la zona andina?
Así mismo los personajes que van apareciendo con el desenvolvimiento de la trama presentan, a su vez una variabilidad, tanto de carácter como oficio, pero interconectados unos con otros con un fenómeno que está trastornando toda la región, y que precisamente es el motor de la denuncia social que el autor se proponía dar a conocer a nivel nacional por medio de la escritura de la novela. La situación de violencia, maltrato y masacre que ejercieron las caucherías, precisamente la Casa Arana con las poblaciones autóctonas de la selva.
Uno de los sueños de Cova en la estancia de don Franco nos alerta tanto de la denuncia como el desarrollo posterior de la trama “Y al pie de cada árbol se iba muriendo un hombre, en tanto que yo recogía sus calaveras para exportarlas en lanchones por un río silencioso y oscuro” una especie de cerbero en las profundidades del infierno.
Estando en el Casanare, le proponen a Cova un negocio, la cogida de unos toros, otra frase del narrador nos deja otra vez perplejos “Ilusos. ¡Debimos brindar por el dolor y la muerte!” Desde este punto de la historia se empieza a vislumbrar la próxima partida, tanto de la narración como del narrador hacia la selva, hacia lo desconocido.
Después de una serie de episodios con el señor Zubieta, y Barrera, el enganchador, donde finalmente el primero muere, y el segundo se encamina a la selva con Alicia, en condiciones reales que aun no se revelaran, a groso modo podría decirse que se acaba la primera parte.
En la segunda entramos en la selva. La elección es el Vichada, siguiendo los pasos tanto de Barrera como de Alicia, por parte de Cova y otros compañeros que completarán la odisea. La figura del Pipa, personaje ya aparecido al principio, volverá como guía de la expedición. Aquí el narrador intenta palpar en su relato de viaje la diversidad de los diferentes pueblos con los que se tropieza, obviamente no con cierta profundidad, pero si con la intención de evidenciar la riqueza cultural, desde mi punto de vista, de las sociedades autóctonas o indígenas de algunas poblaciones con las cuales la expedición en su camino se encuentra. Esta fascinante recolección de datos, amplia la perspectiva del conocimiento que se esta llevando a cabo de este espacio, social y culturalmente.
En otros términos, visibiliza a través del relato una serie de particularidades y poblaciones diferenciadas, que a la luz del imaginario de aquel entonces (publicación de la novela) en la zona hegemónica colombiana, la montaña, no se tenían en cuenta. Obviamente, el narrador forma parte de esta tradición hegemónica, por lo que en sus anotaciones puede verse reflejada la calificación de estas comunidades autóctonas con que se encuentra en su recorrido, como salvajes y bárbaras, pero sin lugar a dudas, muestra una serie de particularidades específicas, como expresión de la gran diversidad de la sociedades que habitan el ecosistema de la selva tropical húmeda.
“Entonces me advirtió nuestro interprete que las almas de aquellos bárbaros residen en distintos animales, y que la del cacique se asemejaba a un pato gris” En otro pasaje dice: “Llegaron desnudos, con sus dádivas de cambures y mañoco, acondicionadas en cestas de palmarito y las descargaron sobre el barbecho, en un lugar visible. Dos de los indios que manejaron la canoa, traían pescados cocidos al humo” Sobre el yagé apunta “Su jugo hace ver en sueños lo que está pasando en otros lugares” También en un punto de la narración se introduce la historia de la indiecita Mapiripina, relato muy interesante desde el punto de vista etnológico “...es la sacerdotisa de los silencios, la celadora de manantiales y lagunas...Gracias a ella tienen tributarios el Orinoco y el Amazonas ” y descripciones audaces que emocionarían a cualquier estudioso del mundo amazónico “Los maipureños que vinieron del Vichada...parecían mudos....Ni el hambre, ni la fatiga, ni las contrariedades alteraron el pasivo ceño de su indolencia....para acomodarse en mellizo grupo a sorber el pocillo de yucatá después de encender las fogatas, de recoger las puyas de pescar, y de fornir anzuelos y guarales”
Sin embargo, la imagen de la cauchería, detrás de estas descripciones oníricas, vuelve a aparecer con su fuerza aterradora, ante una frase pronunciada precisamente por el mayor de los indios maipureños que acompañan en la expedición a Cova: “No remontes esta agua que son malditas. Arriba, caucherías y guarniciones. Trabajo duro, gente maluca, matan indios”
Después, la aparición de un personaje emblemático, Clemente Silva, revitaliza el relato, entrando de lleno en la descripción del sistema de las caucherías, las diferentes relaciones que allí se presentan, la relación naturaleza-hombre. En palabras de este personaje: “mientras el cauchero sangra los árboles, las sanguijuelas lo sangran a él. La selva se defiende de sus verdugos, y al fin el hombre resulta vencido....la selva trastorna al hombre, desarrollándole los instintos más inhumanos: la crueldad invade las almas como intrincado espino, y la codicia quema como la fiebre. El ansia de riquezas convalece al cuerpo ya desfallecido, y el olor del caucho produce la locura de los millones. El peón sufre y trabaja con deseo de ser empresario....Sólo que la realidad anda más despacio que la ambición y el beriberi es mal amigo” En este punto del relato es donde se cuenta el proceso, la violencia, el mal trato por parte de los caucheros contra los trabajadores, la empresa esclavizadora montada por la casa Arana. Es el punto del relato donde la denuncia alcanza su mayor esplendor, pero así mismo su mayor crudeza: al leer estas páginas, la saliva pasa entre precipicios quemando justo la propia existencia “El personal de trabajadores esta compuesto en su mayor parte de indígenas enganchados, quienes según la ley de la región, no pueden cambiar de dueño antes de dos años...y se le abona el caucho a un precio irrisorio que el amo señala....del empresario está en guardar el modo de ser siempre acreedor. Esta nueva especie de esclavitud vence a la vida de los hombres y es transmisible a sus herederos....capataces roban el caucho a los silingueros, arrebátenle hijas y esposas...Y con decir que fulano se picureó y que murió de fiebres, se arregla el asunto” “Las caucherías de Larrañaga, ese pastuso sin corazón, socio de Arana y otros peruanos que en la hoya amazónica han esclavizado más de treinta mil indios” “ El señor Arana ha formado una compañía que es dueña de los cauchales de la Chorrera y los de El Encanto. ¡Hay que trabajar, hay que ser sumisos, hay que obedecer! Ya nada queda en la pulpería para regalaros”
Tenemos ante nosotros no solamente un texto literario sino histórico y antropológico que “denuncia los crímenes de la selva”.
En la tercera y última parte, el viaje del narrador llega a su punto culminante. Alicia, Cova, y Barrera, vuelven a encontrarse donde un desenlace súbito y vertiginoso se apropia de la escena. A la par se sigue discutiendo el tema de la cauchería a la cual quisiera añadir otras citas relevantes “Mano desventurada que no produce, que nos roba, que no redima, y ha vacilado en libertarme de la vida, y sin pensar que hay tantas gentes que en esta selva están soportando igual dolor” “Ved en lo que ha parado este soñador: en herir al árbol inerme para enriquecer a los que no sueñan; el soportar desprecios y vejaciones a cambio de un mendrugo al anochecer” “El capataz exige diez litros diarios y el foete es usurero que nunca perdona” “La servidumbre en estas comarca se hace vitalicia para esclavos y dueños: uno y otro deben morir aquí” “...entregándose a la cuchilla que les recorta el hígado por pedazos, como en pena de algo sacrílego que cometieron contra los indios, contra los árboles.”
Viendo la novela como un todo, es un valiosísimo documento en el que se cifro a través de unos relatos particulares una realidad históricamente verídica. La literatura tiene un compromiso social con el país, integrar precisamente el conocimiento de diversas áreas que han quedado en el “olvido”. Toda la estructura económica y política se ha centrado alrededor de la montaña y en los litorales. Creo sin embargo que las grandes compañías multinacionales ven en la amazonía un foco de riqueza, y que probablemente en el transcurso de próximos años, en gran medida favorecido por los convenios internacionales que se vienen discutiendo y que se quieren imponer desde el gobierno central, en muchas de estas zonas se instalen proyectos de explotación de materias primas muy significativos. El problema, y por lo tanto refiriéndonos a La Vorágine, es la manera en que este desarrollo se implemente y que consecuencias tiene para el espacio social y la diversidad cultural. Aún en el imaginario colectivo la selva, es un paisaje onírico, casi fantástico, donde fácilmente se puede hablar en el lenguaje literario, por las creencias que se tienen de la zona. Lo preocupante es que los trabajos que se desarrollen no alcancen, tanto la visibilidad de estas sociedades como pensar las atrocidades que por dicha invisibilidad pueden pasar desapercibidas.
Santiago Bogoya.
3 comentarios:
Me parece muy chévere, que se halla creado este tipo de espacios en el blog..
Bastante interesante el libro recomendado. Y de nuevo felicitaciones a Santiago…
Este es uno de los clásicos de la literatura Colombiana, y pienso que ha tenido tanta trascendencia porque da un acercamiento importante a diferentes situaciones y costumbres que muestran un poco de la idioscincracia Colombiana, en algunas de sus regiones; como muy bien no lo muestra Sabtiago.
También es un claro ejemplo, de como a través de la literatura nos podemos adentrar fácilmente en culturas y regiones Colombianas, permitiéndonos conocernos a nosotros mismos mucho más....Como dice alguien por ahí "El que no conoce su historia, esta condenado a repetirla"...Igualmente "El que quiere conocer el Mundo, debe empezar por conocer su casa"....
La voragine es una obra muy peculiar, que permite adentrarnos en nuestras propias culturas, las cuales muchas veces desconocemos por completo.
Y no solo la cultura, sino todas aquellos recursos naturales que posemos, como la amazonia, una selva virgén, que nos proporciona otro aire de vida diferente, el cual aún podemos inhalar con tranquilidad y paz. Desafortunadamente zonas como estas, estan en las miras de la Industría, quien ve en ellas, grandes sufructos económicos.
Es por esto que la literatura es un gran medio, por el cual muchos escritores como Garcia Marquez, ha querido destacar, y darnolos a conocer, para que nos concienticemos y no permitamos, que ha estos lugares tan Exorbitantes llegué la mano del hombre.
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