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Una noche unos labios ebrios lo revelaron. Así el secreto atravesó las puertas del bar, salió a las calles, se confundió con la gente. La noche le concedió el silencio, pero al día siguiente a través de teléfonos el secreto cambió de ciudad, de lengua y hemisferio. Yo me encontraba comiendo en un hotel de mala fama cuando el secreto pasó por el comedor y no le quité los ojos de encima mientras siguió su rumbo. En las esquinas más improbables de Bogotá, el secreto se había convertido en algo distinto, y los protagonistas, las edades, los hechos hablaban de una historia que corrompía la realidad. Los barrios de Nueva York en cambio eran fieles a la confesión de aquellos labios turbios e indiscretos que llevaban cocinando durante meses el nombre del transgresor. Para la mujer que lo había revelado todo, seguía siendo un secreto, pues las secuelas sucesivas del alcohol le dejaron esa noche una laguna en la memoria. Unos días más tarde, cuando el secreto llegó hasta sus oídos, ella recordó los largos meses de vacilación, recordó el peso moral de aquella carga aplastante y supo que un chisme tan bueno tomaría años en olvidarse. No pudo explicarse por qué el mundo lo sabía, por qué la gente y las paredes seguían en su sitio y la miraban con los mismos ojos cálidos y tranquilos, por qué el transgresor seguía con vida. Ella no sabía que todo se estaba preparando, que se dejaría correr un tiempo, unas semanas de gracia antes de que un pecho explotara en el aire y unas manos se agarraran inútiles al asfalto mientras el drama de ser hombre se escapaba de ese cuerpo de cuarenta años que las tergiversaciones del secreto habían hecho culpable, ese cuerpo que sólo se parecía al transgresor en tener dos ojos mustios, dos oídos de músico y una vara entre las piernas. Ella no sabía que el error y la infamia eran secretos más poderosos. Algunos explicaron su locura final diciendo que años más tarde se encontró frente a frente con el transgresor, a quien creía muerto. Nadie sabe si enloqueció de terror al sentir la vibración del inframundo, o de felicidad porque el empeño de sus años de oración al fin lo habían resucitado.
6 comentarios:
Camilo, quizás pudiste darte más tiempo para rematar la historia, y en algunas partes tratar de concretarla, pues hay una sensanción de estar manejando una idea, una abstracción, más que una historia. Es lo que, sinceramente, veo. Abrazo.
No quiero perder la ocasión de dialogar con mi lector y por eso me atrevo a responder, si bien las historias deben hablar por sí solas. He releído el texto y ya no lo siento mío, así que en realidad hablo como otro lector. Estoy de acuerdo con Astrolabio; esa especie de deficiencia que señalas acaso esté dada porque el personaje de la intriga es una idea o lo que llamas una abstracción. Lo cual nos recuerda la remota enseñanza de Mallarmé cuando Degas llegó a visitarlo diciéndole que había pasado toda una tarde inútil intentando formular una idea asombrosa en forma de poema, y el viejo y oscuro Mallarmé le contestó: la literatura no se hace con ideas.
Me gusta pensar que el secreto tiene alma, ojos, pies, y que adquiere una identidad que puede herir, "corromper la realidad", palabras que en en vez de construir, destruyen. Pienso, que es una reflexión acerca de lo que decimos, una invitación a medir consecuencias, a pensar antes de hablar.
Respecto a esta parte:
"Nadie sabe si enloqueció de terror al sentir la vibración del inframundo, o de felicidad porque el empeño de sus años de oración al fin lo habían resucitado."; no me parece muy lógico que haya orado durante años, para volverlo a ver, después de que al pareciese él le hizo algo que se debía ocultar.
Igualmente, al inicio, el secreto al salir de los labios ebrios; por definición deja de ser secreto y se convierte en chisme.
Es chistoso, cuando le decimos a alguien "Le voy a contar un secreto"; me pregunto; en ese caso ese secreto no perdería su esencia, con la cuál fué creado? Tal vez el secreto en su más pura esencia, es el que guarda cada uno de nosotros, y solo compartimos con la soledad y las noches de melancolía.
Gracias.
Yo veo que el secreto ya no es secreto, al viajar por todos los medios y conocerlo todo mundo el secreto se convirtio en mensaje abierto... por esto considero que no se debería seguir llamando secreto, aunque veo además que para la embriagada mujer que desconocia que su secreto fue lanzado al mundo en una noche de embriaguez, aún continua siendo un secreto...
Bastante particular, la abstracción y realidad que utilizas le da un toque bastante particular e interesante.
Es muy interesante como logras darle vida a “el secreto” , es un personaje muy curioso. La verdad logro cobrar vida..
Es muy cierto que una vez divulgado un secreto, este cambia, de “boca en boca” hasta que pierde totalmente su esencia. Desa o afortunadamente tenemos la virtud de imaginar y de recrear lo que escuchamos y contarlo a nuestra forma..Por eso es tan preciada la “información de primera mano” ya que luego se distorsiona todo y lo que escuchamos se convierte en una historia creada por interpretaciones..
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