jueves, 9 de agosto de 2007

El Error

Por Camilo Bogoya.
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Éramos seis en la mesa. Una pareja de recién casados, un par de lesbianas, la anfitriona y yo. Toda la semana había estado esperando esta cita, una semana de largas disputas con el armario, de camisas planchadas y pantalones descartados. La comida fue abundante, una mano insidiosa mantuvo siempre las copas llenas. La anfitriona se sentó a mi lado, y por momentos, al dejar el cuchillo sobre el plato, al tomar la servilleta, al mover un pie nos rozamos. Cuando el vino, el café, el arroz, las confidencias se agotaron, de repente una mano estalló contra mi cara, unos brazos me levantaron de la silla, unos pies me golpearon por el pasillo, unos gritos me hicieron buscar la puerta, y ya en la calle, vi cómo mi chaqueta conocía el suicidio desde un segundo piso. Una semana de peinados y perfumes y afeitadas impecables terminaba. Un mes de asedios, de mensajes por internet, de fotografías y citas frustradas. Todo echado a perder por esa mano insolente que de repente se colocó sobre la mano de la anfitriona, la misma mujer de ojos verdes que aceptó mi insolencia y sonrió en silencio, la misma joven que llegaba a los treinta y se sentía sola en su esplendor, la misma que sintió de qué manera mi mano levantaba la suya para ponerla en el lugar donde yacían impacientes los niños que los dos tendríamos, en ese lugar palpitante que su mano estrechó antes de rebelarse contra el deseo, el amor, el porvenir.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas veces las cosas no salen como las deseamos, o como las merecemos después de tanta preparación... y nos frustramos ante la idea de saber que hubiera podido pasar, si un simple error no hubiera cambiado mi destino... o el sueño que albergaba se cumpliera al lado del soñado sueño de mi mente.

Anónimo dijo...

Que curiosa aventura; todos alguna vez la hemos embarrado con alguna damisela que quisimos conquistar. Me parece muy curioso cuando se dice "vi cómo mi chaqueta conocía el suicidio desde un segundo piso". Muy ingeniosa manera de decir las cosas.

Gracias.

Anónimo dijo...

Aunque parecen inofensivos, los pequeños detalles, logran cambiar sustancialmente las cosas.
Los encuentros no siempre son exitosos. Es curioso como las dos partes se preparan para ese “momento” y depronto este no resulta ser como debía ser. A veces es mejor no planear ni esperar tanto, para no llevarse sorpresas, tal vez es mejor no pensar tanto sino esperar a ver como fluyen las cosas..