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El médico Álvaro Ruiz domina lenguas tan remotas como el sánscrito y tan complejas para un hispano como el ruso. Perfil del hombre que encarna a Babel y en cuya cabeza revolotean 28 idiomas.
Si Babel existiera, habría un colombiano que podría ser nombrado maestro de obra para construir una ciudad y una torre cuya cúspide llegara al cielo. Y no precisamente por su dominio de la pala y el cálculo, sino por su lengua, cuyas dotes para pronunciar miles de sílabas de idiomas tan diversos como el esperanto o el ruso podría salvar a Babel de su fracaso.
Álvaro Ruiz, médico internista especializado en epidemiología clínica, es quizás el colombiano que más lenguajes habla, lee y escribe. Su sorprendente capacidad de aprendizaje le permite leer y escribir fluidamente en inglés, francés, alemán, italiano, portugués, esperanto, latín, griego, sánscrito, catalán y valenciano; leer y escribir con diccionario en mano en árabe, ruso, chino, japonés, hebreo, sueco, danés, noruego, holandés, islandés, persa y guyarati (lengua de la India); escribir frases elementales en checo, polaco, búlgaro, tailandés y tibetano, y hablar en inglés, francés, alemán, italiano, portugués, ruso, griego, japonés, chino, hebreo y árabe.
Es una locura, y él lo sabe, pero no lo puede evitar ni por habilidad natural ni por pasión. "Los idiomas son mi delirio. Alguien me decía que yo tenía espíritu de coleccionista, y creo que sí, soy coleccionista de lenguas. Si alguien me dice que tiene una abuela de Kenia, a mí como por instinto me sale decir: 'Quiero conocerla, hablar con ella'", asegura Ruiz, profesor de la Universidad Javeriana.
A sus 53 años, su prolífica lengua no sólo le ha servido para ser elegido en importantes cargos -entre ellos, consultor directo de la Organización Mundial de la Salud, entre 1991 y 1996-, comprender lo que la ciencia estudia en otras latitudes, dictar conferencias alrededor del mundo, liderar grupos de trabajo o ser el intérprete en los congresos de salud, también para viajar cómodamente sin temor y sin guía, saber exactamente qué comer en un restaurante, escoger el tren indicado, orientar a los desconsolados en los aeropuertos, dar explicaciones a las autoridades, espiar a quienes le producen desconfianza y ayudar a muchas personas perdidas en cualquier rincón del Planeta.
On inglés, off alemán, on japonés, off griego, on árabe... Cuando para gran parte de la humanidad sólo hay una forma de comunicarse -cerca del 50 por ciento de la población mundial es monolingüe-, para Ruiz es como prender o apagar un interruptor, no hay cruce de cables porque así lo aprendió desde adolescente al lado de su mentor, un paisa llamado Eduardo Morales Ángel. Él fue su maestro en el seminario franciscano de Cali -hoy, Universidad de San Buenaventura-, adonde llegó, en 1966, por haberse destacado en la primaria siendo alumno del Colegio Virrey Solís en Bogotá.
La comunidad premiaba anualmente a los dos mejores alumnos con una visita a su seminario mayor. Ruiz tenía 10 años y nunca había montado en avión, por lo que ese premio religioso era, de entrada, una aventura durante las vacaciones. No se convertiría en cura, pero ese primer viaje le abrió las puertas a su destino errante por el mundo de los idiomas. Así, el profe Morales, quien hablaba nueve lenguas, le cultivó la pasión y la disciplina por aprenderlas, y ambos terminaron convirtiendo los días de la semana en un calendario idiomático: lunes, alemán; martes, italiano; miércoles, portugués; jueves, ruso, y viernes, hebreo, amén del inglés, francés, griego y latín de las clases regulares para todos los estudiantes. Los dos se hicieron tan cercanos que, cuando la Orquesta Filarmónica de Moscú visitó por primera vez Cali, en 1970, el maestro sacaba al estudiante del seminario durante aquellas noches para que lo ayudara a servir de traductor de los músicos.
"La razón para que no se me cruzaran los cables era porque nuestro estudio era más teórico que práctico. Él nos ponía a hablar, pero fundamentalmente a aprender la estructura de los idiomas. Hoy, si estoy en un viaje y llevo una hora y media hablando inglés y llego a la aduana a hablar alemán, puede pasar que alguna palabra inglesa intente colarse, pero no es muy frecuente", admite Ruiz, quien además de médico es traductor de libros sobre medicina.
En las vacaciones del seminario, él regresaba a Bogotá, y mientras su padre pasaba el día trabajando en el Banco de los Andes (ahora Banco de Bogotá), él se iba a la biblioteca Luis Ángel Arango con libreta y esfero escondidos en la chaqueta -porque era prohibido entrar con papel y lápiz- y duraba toda la jornada copiando palabras de libros en cualquier idioma. Además, hacía vía crucis por las embajadas de Bogotá, junto con sus hermanas, en busca de revistas, periódicos, folletos o cualquier tipo de textos que lo ayudaran en su voraz aprendizaje. En suma, el joven Álvaro se graduó a los 15 años con nueve lenguas revoloteando en su cabeza, y ese fue sólo el comienzo de una obsesión insaciable. De regreso a la capital, ingresó a la Facultad de Medicina de la Javeriana y a cuanto instituto lingüístico se le cruzó en su camino, y desde entonces combina los estudios e investigaciones en el área de la salud con los de las lenguas.
Lingua franca, homus franco
El más grande de los políglotas de la historia fue probablemente el cardenal italiano Giuseppe Mezzofanti (1774-1849), de quien la enciclopedia católica Nuevo Adviento dice que hablaba perfectamente 38 idiomas, 30 más de manera no tan sofisticada y 50 idiomas derivados de esas lenguas. Mezzofanti era constantemente evaluado por críticos que siempre quedaban estupefactos, hasta el punto de que algunos llegaron a tildarlo de diablo por su excepcional habilidad. Incluso Napoleón, seducido por la sapiencia de esta superestrella lingüística, lo invitó a que se estableciera en París en 1806. El humilde religioso rechazó la oferta, pero no pudo hacer lo mismo cuando, en 1814, la Santa Sede le pidió que asentara sus estudios allí, convirtiéndose al cabo de los años en el director de la biblioteca del Vaticano. Su conocimiento era más intuitivo que analítico, y aunque no dejó estudios científicos, fueron encontrados algunos de sus manuscritos sobre lingüística comparativa.
¿Tenía Mezzofanti un cerebro extraordinario? ¿O los hiperpolíglotas son personas del común con cerebros normales que llegan a ser extraordinarias con motivación y trabajo constante? ¿Cuántos idiomas puede aprender una persona? En teoría, no hay límite en la capacidad humana para asimilar lenguas, de las cerca de 6.000 registradas en el mundo -el 90 por ciento condenadas a desaparecer pronto-; cualquiera puede ser potencialmente hiperpolíglota, pero lo cierto es que los casos son limitados.
Stephen Krashen, doctor en lingüística de la UCLA y profesor emérito de la University of Southern California, piensa que los aprendices excepcionales lo son por esfuerzo y tenacidad y porque comprenden mejor cómo aprender. Sin embargo, otros investigadores aseguran que hay un talento particular para los idiomas, y algunos dicen que los cerebros de los hiperpolíglotas tienen algo especial. En el 2003, neurocientíficos alemanes examinaron secciones del cerebro conservado del ilustre Emil Krebs, que murió en 1930 y de quien se dice hablaba con fluidez 60 idiomas. Los expertos encontraron que su región de Broca, asociada con el lenguaje, era asimétrica frente a la de 11 cerebros de hombres monolingües, pero no se sabe si Krebs -cuyo apellido, por cierto, significa cáncer en alemán- nació así o si su cerebro cambió por los permanentes estímulos académicos. Hasta el momento, lo revelado por varios estudios es que los políglotas tienen gran afinidad hacia la música o las matemáticas.
Como políglota y médico, Ruiz afirma no haber encontrado ningún estudio revelador de condiciones fisiológicas especiales en personas que hablan varios idiomas. Sin embargo, asegura que tener un oído refinado -es violinista- y una garganta capaz de emitir las sutilezas fonéticas, es fundamental. Contrario a lo que les sucede a muchos, para él, hablar es el último y más difícil eslabón en el arte de dominar una lengua, pues se declara más teórico que práctico. Además, tener excelentes bases gramaticales le ha permitido aprender muchos idiomas sin importar la edad. Empieza estudiando la semántica, el léxico, las conjugaciones y las declinaciones y logra así armando frases correctas en idiomas tan lejanos como el sánscrito o el tibetano, pero nunca se las ha podido decir a nadie porque no ha conocido interlocutor. "A veces termino sabiendo mucho más de lo que soy consciente de haber estudiado. En una época creí en las reencarnaciones, y por eso pensaba que debí haber sido judío-alemán porque aprendí el hebreo y el alemán a una velocidad que nunca entendí. Después me di cuenta de que era disciplina y juicio gramatical", dice el colombiano. Justamente por su compleja gramática, el ruso lo trasnochó bastante, y por su estructura, melodía y poesía, el árabe le parece enigmático, una de esas lenguas que se necesita vivir en la calle para entender sus más íntimas entrañas.
"Siempre he pensado que no tiene ninguna gracia estudiar muchos idiomas porque el que los estudia tiene mucha facilidad. Es como si le preguntan a Adriana Arboleda qué hace para ser linda. Algunos pueden decir que toma agua de berenjena, va al gimnasio o hace dieta, pero en realidad no tiene que hacer nada. Hay gente que nace así", recalca Ruiz. Sostiene que conoce personas que tras 20 años de brega con el inglés, no pueden decir una frase correcta. Por eso, para hablar, leer o escribir en varias lenguas no nativas quizá sea necesario, además de motivación y disciplina, talento y algo de genes. No en vano los hijos de Ruiz, de 15 y 21 años, dominan dos y tres idiomas, respectivamente. El ejemplo y estímulo de su padre es evidente: "Cuando terminamos de cenar, nos ponemos a hacer ejercicios, quizes y concursos o discutimos y consultamos una u otra palabra. Nos encanta".
Su casa es un mosaico de lenguas esparcidas en diccionarios, periódicos, revistas, novelas, cuadernos de guía, biografías, textos históricos y cientos de documentos afines, incluidas varias obras universales que este médico se ha propuesto leer en su idioma original (El nombre de la rosa, la Iliada, la Odisea, Fausto, el Corán, Crimen y Castigo, entre otras). En ellos se sumerge con un placer envidiable, extasiado de poder esculcar ese universo de sentidos que subyace tras cada palabra.
Aprender un idioma implica diluirse o dejarse diluir un poco en el otro y su cultura. Para algunos es, incluso, estar dispuesto a ser otro al sintonizarse con su modo de ver la vida. Dicen que un idioma más es una persona más, y aunque Ruiz no lo siente así, a él conocer varias lenguas le ha permitido sentirse más completo, más partícipe del mundo en el que vive, más abierto de mente y corazón. "Con cada idioma se me ha abierto un mundo nuevo, una manera distinta de pensar y de ver esas diferencias entre los seres humanos. Por ejemplo, el alemán es un idioma muy organizado y rígido en el que las palabras tienen un orden estricto, y así son quienes lo viven. En las lenguas romances hay mucha flexibilidad en la estructura gramatical, y por eso veo que la gente es más flexible y se adapta más fácilmente a las circunstancias. Los árabes, con esa poesía con la que hablan, son seres que disfrutan mucho la vida y aprecian mucho las cosas cotidianas. Y para mí, entender estas cosas es como la propaganda, no tiene precio".
6 comentarios:
Para los que hablamos un solo idioma y no en forma excelente,nos sorprende inmensamente conocer un personaje políglota,quien ha tomado los idiomas como su pasión,y al lado conoce las diferentes culturas,que lo hace un ser excepcional.
Es admirable, y además nos deja un gran mensaje y es que nada es imponsible el que quiere puede, solo necesitamos trabajar fuertemente para lograr todo aquello que nos propongamos.
waoo que orgullo! de verdad es increible y creible! me alegro que extistan personas asi! yo vivo en lo estados unidos vine a aprender ingles y estoy estudiando! y a apenas son 2 lenguas! y quiero tener 7 idiomas! trabajar duro!
Muy motivante!
Un nuevo idioma no son solo simbolos y sonidos, aprender una nueva lengua, es adentrarse en una cultura y en mundo totlamente nuevo con mucho para descubrir.
Totalmente cierto.
Muchos critican y se quejan del país, y creen que Colombia es el pero país del mundo, pero cuando salen, conocen otros países, otras culturas, se dan cuenta que no somos el peor país del mundo, y que por el contrario tenemos cosas que ningún país llamado del primer mundo tiene.
Personalmente en la Universidad, en clases de Economía, se veía Argentina como un país modelo en Sur América. Según los indicadores, un país mucho mejor que Colombia.
Ya llevo casi 3 meses viviendo en Buenos Aires, y puedo decir con gran alegría que no tenemos nada que envidiar, me siento más orgullosa que nunca de ser Colombiana, y me preocupo por hablar bien mi español Colombiano y no dejar que se me pegue ninguna cosa del español Argentino.
Empezando por el idioma, nuestro español, el de Bogotá, es totalmente neutro, totalmente internacional, en cambio aquí en Buenos Aires, tienen otro idioma totalmente diferente que solo entienden aquí.
La ciudad es muy, muy sucia, por todo lado hay popo de perro, las calles están llenas de basura, hay mucha pobreza, muchos mendigos, en le subte, en los buses, semáforos, por todo lado, gente pidiendo plata, niños vendiendo dulces, etc!
La sociedad está muy degenerada, los jóvenes están consumidos en la droga, mucha mucha droga, mucho alcohol, mucho sexo, mucho vicio.
Es una ciudad muy nocturna, hay rumba y planes de todo tipo de lunes a lunes, desde la 1 de la mañana hasta las 6 de la mañana.
El Alcohol es muy barato, el vino es más barato que el agua.
Los jóvenes están perdidos. Hay mucho machismo, en general los argentinos son muy agresivos, muy peleones, muy groseros.
No tenemos nada que envidiar, somos mucho mejores.
Excelente saber mas idiomas, no se como habra hecho este señor para tener tanta memoria para idiomas como chino arabe ruso checo o la pronunicacion de sanscrito, gujarati urdu.,tenemos la suerte que en toda amaricalatina nos entendemos aunque hay muchos lenguajes de indigenas .Ricardo
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