jueves, 13 de septiembre de 2007

El Bus

Por Alethia Bogoya.
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Hoy quería compartir con Ustedes, amigos bogleros, lo que pasa algunas mañanas cuando tomo el bus. Siempre va repleto, algunas veces pasa demasiado rápido y no para, claro, hay que advertir que yo tampoco estoy en un paradero autorizado. En esas ocasiones, decido enojarme porque elijo pensar que por culpa del bus (ni siquiera del conductor) voy a llegar tarde a mi sitio de trabajo. Cuando el bus para, no hay espacio y debo irme en los escalones de la puerta principal y esperar a que el conductor formal o no formalmente le solicite a los pasajeros moverse hacia la parte de atrás "donde hay espacio suficiente para todos". El bus se va desocupando y llenando, y el paisaje va cambiando.

Los pasajeros timbran de manera irracional, donde mejor les parezca (nos parezca). Algún pasajero se enoja más de la cuenta y empieza a vociferar improperios al conductor porque éste conduce a una velocidad de 60 km/h y golpea muy fuertemente las latas del bus. Los demás estamos atónitos o no nos damos cuenta. Los atónitos empezamos unos a mirar para otro lado, otros agarramos fuerte la cartera, el bolso, la mochila, y otros más (poquitos tal vez) rezamos para que no vaya a pasar nada. Pero todos callamos, no defendemos la decencia ni los buenos modales. Las palabras se quedan como atravesadas y dejamos que este personaje haga de las suyas.....Y no pasa sólo una vez, ya varias veces he escuchado el golpear las latas del bus y las palabras groseras de uno que otro pasajero.

Callamos y pienso hoy, si ese escenario no se repite en otros, cuando por alguna razón elegimos no decir lo que pensamos o sentimos o queremos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Desafortunadamente,somos un pais violento,con raíces ancestrales,y vivimos con temor a la reacción de éstas personas,y más si pensamos en la justicia de nuestro país,que tan sólo se les aplica a los de ruana.

Anónimo dijo...

Claro que sí, incluso peor; la omisión o el silencio se convierte en cómplice, ya que no se hace nada para cambiarlo; el problema es que esta experiencia, no es un caso aislado, y llevándolo a mayores situaciones donde incluyen más variables y responsabilidades, ocurre lo mismo, ya que hay una cultura del silencio, debido al miedo y al desinterés comunal, primando el particular por encima de todos.

Gracias.

Anónimo dijo...

Muy cierto! Muchas veces callamos, nos conformamos con la realidad, no reclamamos, no exigimos, simplemente dejamos que las cosas pacen.
Es esa indiferencia, esa apatía que nos tiene tan mal.
Si nos uniéramos e hiciéramos una sola voz, podríamos hacer la diferencia!