lunes, 17 de octubre de 2011

¿Se está muriendo el periódico de papel?


Roberto Pombo, director de EL TIEMPO, explica por qué el futuro de los diarios no es como lo pintan.

Mandaron a decir que todo estaba perdido. Y el mensajero fue nada menos que la revista inglesa The Economist, publicación que, con la fuerza de su enorme credibilidad mundial y visión futurista, escribió en una de sus portadas del 2006: '¿Quién mató al periódico?' y pronosticó la desaparición del diario de papel.
Sobra decir que los difuntos nos pusimos muy tristes: a nadie le resulta fácil aceptar su propia defunción. A lo largo y ancho del planeta, pululaban los casos de periódicos que mostraban síntomas inconfundibles de asfixia, y muchos de los que entonces no mostraban la sintomatología empezaron a sentir, a partir del diagnóstico, que estaban enfermos, pero que no se habían dado cuenta. Y se prepararon para morir con la mayor dignidad posible.
¿En qué se basaban The Economist y el resto de gurúes para asegurar que les había llegado la peste negra a las publicaciones impresas? No eran pocas las razones. Durante la última década, contada a partir de mediados de los 90, en Estados Unidos los grandes periódicos comenzaron a ver con impotencia que buena parte de sus más fieles anunciantes publicitarios estaban empezando a abandonar el barco de papel, para abordar vehículos de comunicación más modernos, más baratos y, sin duda, mucho más masivos, como lo eran todas las ofertas de Internet, que iban desde las versiones online de los periódicos clásicos, hasta páginas recién creadas y sistemas de redes sociales que, para esos anunciantes, lucían -y aún lucen- como sistemas más efectivos para llevar un mensaje publicitario a los clientes potenciales.
Pero no, el problema no era solo la deserción de los anunciantes. Para estos medios tradicionales, norteamericanos y europeos, el apocalipsis anunciado por The Economist y los demás visionarios del sector de las comunicaciones tenía un lado todavía más dramático: junto a los anunciantes -o, mejor, antes que ellos- quienes estaban desertando eran los lectores habituales de los periódicos centenarios. En efecto, para estos periódicos resultaba evidente que sus lectores de toda la vida se estaban informando en medios distintos de ellos y, lentamente, los estaban abandonando sin despedirse, como si un siglo de amores no fuera la garantía de un matrimonio para siempre.
El problema es que la tesis, aunque sólida, no era universal. Al tiempo que esto sucedía en los países desarrollados, en las economías emergentes estaba ocurriendo algo bien diferente. Se podría decir que casi lo contrario. En otras latitudes, las economías emergentes registraron, y aún registran, crecimientos económicos altos y constantes. Durante algo más de una década -desde comienzos de los 90 hasta hoy-, países asiáticos y latinoamericanos, principalmente, han sacado de la pobreza a millones de personas que tienen por primera vez en la historia dinero suficiente como para darse el lujo de pagar 1.500 pesos por un periódico, y ese crecimiento ha elevado su nivel cultural, al punto de cambiar sus intereses intelectuales y llevarlas a indagar por lo que pueden querer decir quienes imprimen unas letras en un papel.
Los propios profetas de The Economist que pronosticaron la debacle rectificaron su tesis algunos años después. El 7 de julio de este año, esa publicación afirmó que su vaticinio "fue quizás un poco prematuro". Y explicó que la excepción al principio estaba en estas economías emergentes.

Aumento de los gratuitos
Pero el hecho de que los antiguos ciudadanos pobres de las economías mencionadas estén leyendo ahora periódicos no significa que estos sean las publicaciones centenarias que han marcado la pauta informativa en el último siglo y medio. Las cifras indican que, en la última década, en América Latina han aumentado los lectores de periódicos llamados populares y los gratuitos. En el caso colombiano, en los últimos cinco años ha ingresado al mercado un número considerable de nuevos diarios impresos, que han incrementado el número absoluto de nuevos lectores.
Con relación a EL TIEMPO Casa Editorial, en los tres últimos años han sido lanzados ADN -gratuito- y MÍO -popular-; se han convertido en diarios los semanarios regionales Siete Días, y han aumentado su circulación EL TIEMPO y el diario económico Portafolio.
A tal fenómeno obedeció el rediseño de EL TIEMPO a finales del año pasado. Aparte de la tendencia de las audiencias a la que me he referido, investigaciones que hicimos sobre el comportamiento de los lectores del periódico nos mostraron varios aspectos de fondo, que simplifico: por un lado, aquellos separan las informaciones por su categoría -noticias puras, editoriales, columnas, crónicas, noticias prácticas por distintas razones, etc.-, y por el otro, los oscuros y casi lúgubres periódicos históricos asustan a los nuevos.
Nuestra idea fue soltar las amarras de los mitos clásicos sobre los diarios y darles a nuestros lectores más información, mejor presentada y agrupada de manera diferente de lo que habíamos hecho toda la vida.

Un moderno diario de 100 años
Al lado de la estrategia de esta Casa Editorial de recoger los nuevos lectores a través de nuevos periódicos -ADN, MÍO, etc.-, la idea fue y es seducirlos con periodismo y presentación de calidad y consentir a nuestros clientes clásicos con un vigoroso, variado y moderno diario de 100 años de edad.
Pero el hecho de que por estos lados estén aumentando los que leen el papel no significa que no estén haciéndolo los usuarios de nuevas plataformas informáticas y tecnológicas, las mismas que han revolucionado al mundo y muy especialmente a los medios de comunicación durante los últimos tiempos.
Para nosotros, como para todo el mundo, era claro que las audiencias estaban teniendo un comportamiento distinto del tradicional. De la mano de los desarrollos tecnológicos, los usuarios de los medios de comunicación se independizaron, y de los dóciles y pasivos lectores, oyentes y televidentes del pasado, saltamos a unos activos, hasta cierto punto caprichosos, que decidieron que de ahora en adelante recibirían la información a través del mecanismo que quisieran (periódico, radio o televisión, computador fijo o portátil, teléfono móvil, iPad o cualquier otra tableta...), a la hora que les diera la gana (por la mañana con el diario, la radio o el noticiero de TV, al mediodía o por la noche) y en el lugar de sus preferencias (casa, oficina, salón de clase, gimnasio, en la calle...).
Y para atender a cada una de esas audiencias había que hablarles en tono distinto, de manera diferente y mediante un medio específico. Por lo tanto, EL TIEMPO, como generador de información, debía evolucionar y sofisticar la manera de hacer su trabajo para adecuarse a los nuevos tiempos. Fue así como esta casa editorial decidió convertir las redacciones clásicas de sus medios impresos y digitales en una moderna y compleja redacción de convergencia multimedia, que hoy, cinco años después, es considerada una de las más importantes del mundo.
Tras un paciente trabajo de superación de los miedos atávicos de los viejos periodistas y de las resistencias de los jóvenes comunicadores de la era digital para entenderse con los dinosaurios de los periódicos impresos, EL TIEMPO y sus medios se transformaron de manera dramática. Hoy, un ejército de 300 periodistas de las mejores calificaciones, de todas las edades y de los más diversos orígenes profesionales escriben, digitan, editan, comentan, diseñan y transmiten información a más de 17 millones de personas que en Colombia y el mundo se informan en nuestros medios.
Once millones de usuarios únicos mensuales acuden a nuestras páginas de Internet, más de cuatro millones de lectores leen nuestros periódicos y revistas, más de dos millones de personas acuden diariamente a nuestros canales de TV y redes sociales y reciben las noticias, opiniones, análisis y fotografías. La estructura que resultó de esa transformación hizo que la WAN-IFRA, la organización de periódicos más importante del mundo, invitara esta semana a EL TIEMPO a que mostrara esta experiencia, en Viena (Austria), como un ejemplo, ante 1.500 directores y editores de los periódicos más importantes del planeta.
¿Cuánto tiempo más tardarán los diarios impresos en ceder su espacio y su preponderancia en Colombia y en las demás sociedades emergentes? Nadie lo sabe. El aumento progresivo de la penetración de Internet y las demás plataformas digitales, con su eficiencia, bajo costo y capacidad de cubrimiento, nos anuncia un futuro en el que inexorablemente la gente se informará a través de estos sistemas. Los periódicos serán tal vez instrumentos analíticos y de opinión más allá de los registros noticiosos, en medio de un bombardeo gigantesco de información digital. Pero por estos lados ese día está aún lejano.
Lo importante, independientemente de cuándo y cómo sucedan las cosas, es que, en este presente que vivimos y en el futuro que vivirán nuestros medios y sus usuarios, en papel o a través de medios digitales, los principios éticos, de credibilidad y de eficiencia en la generación de información sean los mismos que han inspirado a esta casa durante el último siglo. Y que cada vez que a alguien le hagan la pregunta de dónde obtuvo determinada información, esa persona responda: "En EL TIEMPO".
ROBERTO POMBO
Director General de EL TIEMPO

viernes, 27 de mayo de 2011

Buenos Aires

Por Etoile.

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Una madrugada de un 28 de julio llegue al aeropuerto ESEIZA de Buenos Aires. Es un aeropuerto bonito, pero lo malo es que está a las afueras de la ciudad, y solo hay dos formas de llegar al centro: pagando un taxi que se demora 30 minutos y cuesta 30 dólares, o tomar un bus que cuesta 0,5 dólares, que pasa solamente cada 3 horas, y se demora aproximadamente 2:30 minutos.


Apenas llegue a Buenos Aires, la primera impresión que tuve fue que todo era viejísimo; las calles, los edificios, los baños, los carros, ¡todo viejísimo!

Viví en San Telmo, que es el barrio histórico de la ciudad; sus librerías, cafés, restaurantes, ¡todo viejísimo!, pero es bonito, tiene un estilo acogedor. Los domingos hay mercado en su plaza central. Venden mil cosas: mate, ropa, antigüedades, cuadros, figuritas, recordatorios, comida, etc.

Nunca aprendí a manejar la guía T, que es una guía que todos tenían para saber donde paraban y paraban los buses. Siempre prefería tomar subte, que tenía unos vagones viejísimos también, pero era muy fácil de utilizar e igual de barato que el bus: 0,4 dólares.


Había una calle que se llamaba Florida. Era una calle muy chévere porque siempre había mucho comercio; personas cantando, otros bailando, otros haciendo diferentes shows, etc.


El barrio Palermo era un poquito más moderno; las calles eran más limpias, habían muchos boliches (así le dicen a los bares), habían muchas tiendas de diseñadores independientes, y también los domingos en su plaza central había mercado. En ese barrio también estaba el zoológico de la ciudad. En general el barrio es muy verde. Tenía una zona que se llamaba: bosques de Palermo, que era un sector gigantesco, lleno de árboles, prados, lagos, patos, etc. También estaba el planetario, que parece una nave espacial y la biblioteca nacional, que tiene una estructura muy llamativa, y en el piso tiene talladas historietas.


Otro barrio representativo es Recoleta. Creo que es de los barrios más caros y bonitos de la ciudad. Muy conocido por su cementerio; el cementerio de recoleta, que es grandísimo, y todas las personas enterradas allí, no tienen tumbas, sino casi iglesias, casitas muy coloniales, estatuas, monumentos y gatos por todos lados.


En recoleta también está la flor; una flor gigante que se cierra cuando el sol cae al atardecer. Muy cerca de la flor, hay una escultura gordísima de Botero.


La Boca, un barrio de tradición futbolera, es realmente feo e inseguro. Allí quedaba el estadio de Boca. En su entrada tenia un salón en el que le hacían homenaje a Maradona. Venden balones, uniformes y todos los accesorios relacionados con la práctica de este deporte. Había también un mural gigante, con una foto de Maradona corriendo.


Por esa zona hay muchas tiendas donde venden todo lo relacionado con el equipo: Boca.

Muy cerca de allí está “caminito”. Había escuchado tanto sobre el lugar y cuando lo vi, no me pareció gran cosa. Simplemente son tres calles, con las casas pintadas de colores. Es una zona muy comercial; con muchos restaurantes, shows de tango, venden muchas cositas de recordatorio. También habían unos muñecos gigantes en las casas tomando mate, y fumando. Hay es la boca del río, por eso le dicen Boca, porque es el punto en el que se ve la boca del río. Está el puente viejo y el puente nuevo. Se ve el río contaminadísimo y los barcos circulando.

La casa rosada; por dentro es muy bonita, con unos cuadros, y una decoración muy exclusiva, pero realmente por fuera, con ese color rosado pálido se ve feísima.


La zona donde está el puente de la mujer es muy bonita. Están los mejores restaurantes de la ciudad; el dique y los barcos, hacen que ese lugar sea perfecto para caminar y pasar una tarde de descanso.


La costanera era una zona donde todos los domingos habían muchas personas; siempre vendiendo toda clase de comida; grupos de música, otros bailando tango, etc.

La reserva ecológica, era un recorrido de 3 horas a pie, en el que se camina por una zona destapada y en la mitad del camino, se llega al rió de la plata. Allí es común que las personas hicieran picnic con sus familias. Era un lugar donde habían muchos árboles y verde por todo lado. Perfecto para caminar.

El estadio de River queda en el barrio Belgrano; uno de los barrios más caros y bonitos de la ciudad. Sus casas con arquitecturas modernas; sus calles limpias, y tiendas de moda.


La calle corrientes que atraviesa toda la ciudad; es una calle muy comercial. En todas las esquinas venden de todo; libros, ropa, comida, antigüedades, mate, joyas, etc.


Los porteños, así les dicen a los que son de Buenos Aires. En general tienen una actitud muy agresiva frente a todo. Después de un tiempo me di cuenta que era cultural. Su español es muy diferente; hablaban rápido, y entre los dientes, además tenían muchas palabras muy populares, propias de su región. Las porteñas en general son muy peleonas, histéricas. Los jóvenes en general tienen estilos de vida muy desordenados; había mucho vicio, mucho alcohol, mucha droga. Eran muy poco tolerantes, muy cerrados y autoritarios, con egos y orgullos que ni siquiera entre ellos mismos se lo aguantaban. Incluso los argentinos de otras regiones, hablaban mal de los propios porteños, porque decían que pensaban, que ellos se creían Europeos.


La ciudad en general es bonita; muy comercial, muy turística, pero es muy insegura, cada vez con más delincuencia común. Todo el tiempo se vive en un ambiente pesado; todas las personas viven de afán, muy prevenidas, y groseras.


Un problema grande que creo que desata muchos otros, es que las fiestas empiezan a las 2 de la mañanaza, y se terminan a las 7 am. Entonces ellos hacen “la previa”; así le dicen, y lo que significa es que se ponen a tomar desde las 8 en la casa de alguien, y luego cuando están borrachos, salen al boliche a las 2 de la mañana, entonces cuando llegan al boliche, ya están borrachos y arman peleas.


Creo que la madrugada trae consigo muchos problemas de inseguridad.


Creo que no hay ciudades para todo el mundo. Buenos Aires es una ciudad bonita, multicultural, con muchas cosas por ofrecer, pero no es una ciudad en la que viviría más de 6 meses.

jueves, 13 de enero de 2011

Sin Ley

Por Etoile.

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Anoche la luna se veía diferente, al parecer un poco más vieja. Mis provisiones se acabaron hace algunos días, solo me queda un poco de agua que me regalaron en el pueblo anterior. Ya no se a donde voy, y a veces pienso que ya no quiero ir a ningún lugar. Cuando empecé este viaje, quería dejar atrás todo lo que mortificaba mis días. Caminar con mi espalda liviana, dejando con cada paso, un peso menos. Cargar solo lo necesario, el resto debía quedarse.

Al lado del camino, imponente me miraban sus ramas cortadas y hojas marchitas. Me recosté sobre su piel, mientras entendía que ya no debía pelear con el tiempo. Me quede dormido, tal vez horas, tal vez días.

Seguí el camino que indicaba el mapa. Pasó mucho tiempo, pero era un tiempo igual al anterior. Finalmente encontré un letrero que decía: “Pueblo sin ley: 2 días a buen paso” Seguí la flecha, pero todo a mi alrededor permanecía igual: La tierra sin huellas, el aire sobrando, y la soledad fiel a mi sombra.

Suspendido en el aire, había un letrero empolvado que decía: “Bienvenido a Sin Ley”. Encontré una casa antigua con un baúl sellado al lado de la puerta. Se respiraba olvido desesperado y se sentía el abandono de los sueños. Camine sobre las telarañas hasta llegar a un espejo roto que reflejaba algo que ya no tenia nombre.

No sabia cuanto tiempo había pasado, no sabia, y no importaba. Ahora todo resultaba ser tan cotidiano, pero a pesar de eso, no extrañaba a mi esposa, tampoco a mis dos hijos, tampoco el trabajo, ni a mis supuestos amigos. No extrañaba nada, ni siquiera a mi mismo.

Empecé a perderme en imágenes inexistentes. Compulsivamente esculque en todas las casas, abrí todos los cajones, y empecé a entender que nadie iba a llegar a este lugar. Ilusamente pensaba que se habían ido temporalmente, y que algún día, alguien llegaría, pero ya tenía la mitad de mi cabeza blanca, y el silencio era eterno.

Anoche tuve un sueño. Este pueblo estaba vivo; los niños cantaban y jugaban. De pronto una voz dijo: La ley se aplica, no a lo que dicen, ni hacen, sino a lo que piensan. Todos sin excepción, han sido declarados culpables, todos han infringido la ley, y serán condenados al destierro. A quien encuentre mañana cuando salga el Sol, se convertirá en pasado.

Desperté, vi el espejo roto, salí, y al lado de la puerta, el baúl estaba abierto, me acerque dudosamente, siguiendo la voz de aquel hombre, que algún día, tuvo nombre..